Autopsia en cuatro actos: la autora se entrega a la antigua teoría de los cuatro humores como mapa simbólico para descifrar su propia materia, mediante una voz poética que se desborda y se retira, que tiembla y que calcina. Transita un paisaje interno así como el laberinto de la identidad a través del prisma del existencialismo y la intimidad emocional. Los cuatro líquidos representan cuatro climas internos y delimitan estados anímicos; lo que sangra, lo que se disuelve, lo que arde y lo que se estanca.
«Sangre»evoca lo sagrado de la infancia, así como lo que todavía es posible, «Flema»ofrece gestos y recuerdos que dan forma a una paz frágil,«Bilis Amarilla»se sumerge en la ansiedad, la hipervigilancia y la fisura del presente, y «Bilis negra»presenta la nostalgia y tristeza como un eco que persiste.
Hay una mujer detrás (o dentro) que se sabe viva sin saber por qué, que flota entre vuelos, espejos y habitaciones de hotel donde el silencio pesa más que el cuerpo.
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