«El psicoanálisis nació de la clínica y es una clínica», leemos en el prólogo a la monumental obra que es el Diccionario freudiano de José Luis Valls.
Nació, pues, con un propósito tan noble como humilde: el de curar las neurosis, el de hacer sanar el alma enferma.
Iba a ser después la liza con su objeto la que lo arrastraría a bucear cada vez más hondo en los pozos insondables de la psique humana, a escalar también sus alturas más escarpadas.
Y al igual que la medicina del cuerpo ha necesitado de los elementos prestados por la anatomía y la fisiología para andar su camino, así también el análisis freudiano necesitó pertrecharse de todo un arsenal de conceptos para acometer tan ingente tarea.
Esos conceptos, su lógica y coherencia interna, su estructura fina y sus mutuas relaciones son precisamente el asunto del diccionario que el lector aguanta en sus manos.
Su aclaración, su exposición meticulosa ha sido el empeño de José Luis Valls a lo largo de sus más de ochocientas páginas: contarle al lector, permitirle ver acaso, el rigor y la belleza de un discurso -científico hasta la médula- sobre la s
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