Nuestra obra diferencia entre la buena vida y la imposibilidad de la vida buena, el abismo entre estética y ética. Su lectura, entre otras cosas, propone el ab-orto, como modo de alejar a los no nacidos de este tormento vital, por más que se adorne con tecnología, humanismo y progreso. Estar en la vida supone la inviabilidad de escapar al acoso omnímodo que todos padecemos: el acoso vitalicio. Intuir el malestar e insatisfacción permanente de todo hombre viviente es algo detectable para el ser consciente. Ver de cerca la explotación cotidiana de la clase trabajadora, la oscuridad de los tiempos que vienen, la maldad humana, la irrealización perpetua de los derechos humanos, no favorecen en demasía un natalismo, por lo demás, siempre mortífero.
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