«Hay aquí, así pues, un incentivo suficiente para mantener con el mayor celo, en todo Estado libre, las formas e instituciones que garantizan la libertad, respetan el bien común y restringen y castigan la avaricia y la ambición de determinados hombres.
Nada honra más a la naturaleza humana que considerarla susceptible de tan noble pasión, y nada indica en un hombre la mezquindad de corazón tanto como verle carente de ella.
Quien no ama más que a sí mismo, sin consideración para la amistad o el mérito, se hace merecedor de la crítica más severa, y quien sólo es propicio a la amistad, sin estar dotado de espíritu público, o carece de consideración hacia la comunidad, es deficiente en la parte más material de la virtud».
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