Descripción
La sexualidad femenina ha permanecido como el «continente negro» del psicoanálisis.
Éste, en efecto, no podía sino ignorar a esa otra, mujer, que desborda el encuadre de su campo teórico, toda vez que la ciencia del «sujeto» que define no ha cuestionado su sumisión a imperativos lógicos masculinos.
Así, pues, era preciso volver a atravesar los textos en los que esa lógica del uno, de lo mismo, se sistematiza como tal.
Releer, e interpretar, a Platón, para localizar cómo en él se determinan las metáforas que en lo sucesivo vehicularán el sentido.
Seguir el desarrollo de esa historia, de la teoría, y re-marcar dónde y cómo la otra mujer se ve excluida de la producción del discurso, garantizando con su plasticidad silenciosa el suelo, el envite, y el límite.
«Un espéculo ha sido introducido en el volumen para alterar su economía.
El practicable que desbarata el montaje de la representación con arreglo a parámetros masculinos.
No para un nuevo espectáculo.
Así que, ¿no hay nada más que ver? A no ser para que, con un tacto de una fluidez difícilmente identificable y con un estilo inapropiable, «Dios» reabra caminos en un lenguaje que la connota como castrada, que le veda el habla, y un cierto sentido también de la historia se vea sometido a una distorsión inaudita.
La/una mujer nunca se encierra/oculta en un volumen».
Luce Irigaray.