Desde su comienzo la filosofía ha sido arrastrada por las crisis: crisis del sujeto, del tiempo, del mundo, del ser, del lenguaje.
La filosofía, en su último sentido, es crisis.
Secuestrado por ellas, el pensador se descubre asfixiado y es allí cuando está destinado a pensar.
Las crisis afectan el núcleo fundamental de lo que nos hace personas.
Antes de estar destinadas a reconfigurar el humanismo, ellas afectan las condiciones de posibilidad de toda inteligibilidad.
Son acontecimientos profundos que socavan lo que entendíamos anteriormente como dado de suyo.
Ninguna seguridad está a su altura y no es posible recurrir a lo ya conocido cuando se da inconfundiblemente su evento.
Las crisis remueven la condición estática del pensamiento.
Lo obligan a padecer una conmoción sin precedentes.
Cada vez únicas, las crisis nos visitan para dejar en nosotros una huella indeleble.
Son el testimonio de que algo serio ha pasado y que pide abandonar la indiferencia y la irresponsabilidad.
Los textos que se presentan en este volumen son el resultado de una meditación convencida que es necesario filosofar en medio de las cr