Descripción
Bajo el planteamiento más amplio en torno a la legitimidad las partes de este libro analizan todo el complejo de temas relacionados con la constitución de la Edad Moderna, apoyándose en una crítica de ese concepto fundamental que es la secularización, mediante el cual la autocomprensión de la modernidad quería tanto liberarse como también cerciorarse de sus vinculaciones retrógradas: ¿cuáles son las condiciones necesarias para que se produzca el desprendimiento de una época respecto a la realidad que la ha precedido? En este caso, en la relación entre la Edad Media y la Edad Moderna, la pregunta sería sobre el proceso de autoafirmación del hombre frente al absolutismo teológico (las dos primeras partes, sobre la Secularización y la Autoafirmación humana). Proceso en el que se da una visión detallada del cambio de valoración que va experimentando la curiosidad en el plano teorético y científico. El marco para ello es extraordinariamente amplio, yendo desde la Antigüedad hasta el psicoanálisis, desde Sócrates hasta Feuerbach y Freud (éste sería el tema de la tercera parte, El proceso de la curiosidad teórica). La última parte del libro intentaría ahondar de nuevo en la lógica del cambio de época desde una doble perspectiva: el punto de vista sobre el mundo y el hombre de Nicolás de Cusa y de Giordano Bruno, la preocupación por lo que estaba en trance de desaparición y el triunfo de lo que ya despuntaba despliegan sus diferencias fundamentales sobre un fondo de cuestiones metafísicas que siguen siendo comunes (Aspectos de un umbral de épocas).
El conjunto de la obra trataría de captar la Edad Moderna que se estaba formando a partir de los impulsos procedentes del hundimiento de la Edad Media y que desembocaron en una concepción totalmente contrapuesta a sus expectativas. Un tema obligado de la obra es el de la relación entre la razón y la historia. Después de que la Ilustración europea se haya visto repetidamente sorprendida y perpleja por el fracaso de sus esfuerzos, presuntamente definitivos, en vez de refugiarse en romanticismos, de tono apacible o bronco, tendría que emprender el análisis de sus propios presupuestos, los manifiestos y los ocultos, es decir, hacer una verdadera ilustración sobre la Ilustración. Desde Kant sabemos muy bien -volviéndolo a olvidar cada vez- que la crítica de la razón no sólo es y será siempre una crítica mediante la razón, sino una crítica ejercida sobre la propia razón.