«El retrato habrá efectuado la problemática ontológica del sujeto en toda la amplitud de su distensión constitutiva y en toda la tensión de su ambivalencia.
Por una parte -presencia en sí-, cierre en la obra, figura soberana y amurada, puesta en gloria del rostro y de la visión; por la otra -puesta fuera de sí-, gesto y toque del pintar, figura extraviada, mirada que se pierde al ritmo de su propia captura.
Pero los dos lados son las dos caras de la misma tela: no un cara a cara, sino, al revés, la comunidad interna de una misma cara espalda contra espalda.
Así pues, sólo la pintura formula rigurosamente la entera estructura y génesis del sujeto, la intimidad negra de la superficie figurada y coloreada, la sombra proyectada en el cuadro por el retrato.
»Sólo la pintura da así al sujeto la palabra propia y sin voz ni lenguaje que ningún discurso puede ofrecerle, ni siquiera el nombre de «sujeto».»
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