Este ensayo propone un modelo de aprehensión de la belleza a través del ritmo y el vuelo. La cultura occidental tiende a ofrecer una idea demasiado estática de lo bello, que al abstraerse del tiempo, centra sus esfuerzos en resaltar los elementos fijos, invariantes y eternos. Como consecuencia de ello, la belleza ha perdido parte de su encantamiento. Pero lo cierto es que toda belleza es movimiento.
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