La fraternidad humana, en general, y la fraternidad cristiana en particular pueden parecer una utopía irrealizable, teniendo en cuenta ls tendencias de nuestro mundo globalizado, donde predomina la cultura del descarte, como advierte el papa Francisco , o la aporofobia, el odio al pobre , o las formas belicosas de relacionarse los hombres, y mujeres y las sociedades.
La fraternidad, sin embargo, es posible; el encuentro con el otro no solo es posible, sino necesario para la pervivencia del ser humano y la forma suprema del encuentroEn la Iglesia la fraternidad adquiere una fuerza extraordinaria. Así lo entendió de manera admirable la comunidad primitiva de Jerusalén: tenían un solo corazón y una sola alma, no había indigentes entre ellos, pues todo lo tenían en común.

