Una gran parte de los artistas visuales que desarrollan su trabajo en la actualidad viven en condiciones precarias y con muy pocos incentivos para su trabajo.
Esa es una realidad conocida en el sector, y que se corresponde sociológicamente con el rol de marginalidad proverbial que ha caracterizado a lo largo del tiempo la escena del arte.
Pero los artistas son testigos de nuestro mundo y ejercen su papel como peculiares activistas culturales.
Aportan radiografías plurales, emblemas de una sociedad en cambio, expresan pautas de vida, generan huellas proyectadas hacia el futuro, atisban lo nuevo: son los creadores del patrimonio contemporáneo.
El arte es un espacio de interrogantes donde afloran respuestas provocadoras a preguntas inquietas.
El artista realiza su trabajo interpretando el mensaje de una difusa voluntad colectiva.
Aspira a esa empatía y comunicación real: transmitir sentimientos y emociones propias para compartirlas.
Pone sus ojos, su mirada, su corazón y sensibilidad al servicio de la sociedad: a la búsqueda de un latido común.
El auténtico artista aporta oxígeno para respirar mejor.
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